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miércoles, 15 de abril de 2015

Mi camino por fin llegó a Roma


Durante mucho tiempo había soñado poder viajar a Roma y  recorrer los lugares  y tesoros artísticos que  tanto estudié en mis viejos manuales.  Siempre había escuchado que: “Todos los caminos llevan a Roma”, y ahora ya sé por qué.


Este viaje comencé a disfrutarlo desde el mismo instante que decidí plantearlo en firme, y no como posibilidad, y conseguí  embarcar a toda mi familia. El mero hecho de organizarlo, reservar  billetes, elegir alojamiento, decidir visitas y buscar información útil de todo tipo adelanto la ilusión del mismo y marcó un bonito comienzo que cada vez auguraba mejores expectativas. 

Andar y reír han sido los dos verbos que mejor definirían esta experiencia. ¡Cuántas veces me he acordado de la recomendación: “A Roma ve con calzado cómodo”!, regla fundamental e ineludible para  trastear de un monumento a otro empapándote de todo el encanto de los barrios romanos.

 

Por ser la primera vez había que ir a los sitios más emblemáticos: Museos Vaticanos (imprescindible llevar la reserva desde casa para evitar la multitudinaria fila que se agolpa en los aledaños) y, por supuesto, el Foro Romano y el Coliseo ( ir en ese orden para  primero comprar la entrada en el foro y así evitar la segunda fila turística que se forma en los tornos del Coliseo). No me extiendo en estos consejos porque en esta "guía de Roma" encontraréis todos los  trucos e informaciones prácticas sobre la capital del Lacio.


Visitar la basílica de San Pedro el Vaticano, la Galleria Borghese, el Panteón, Santa María la Mayor y cualquier otra iglesia que encontramos en el camino propició que no dejásemos de sorprendernos de la belleza de la arquitectura, pintura y escultura que ha dejado una profunda huella en cada rincón de la ciudad. Por todo ello ratifico la afirmación del chófer que nos acompañó de vuelta al aeropuerto: “Roma es un museo a cielo abierto”.



Otro de nuestros grandes aciertos fue dedicar un día a ir caminando de plaza en plaza (Popolo, Spagna, Fontana de Trevi, Navona y Campo de Fiori) y disfrutar de todo lo que nos rodeaba.  El monumento a Víctor Manuel Segundo II, los Museos Capitolinos, Castillo de Sant Angelo, las termas de Caracalla y la Boca de la Verdad son  parte también de los imprescindibles en una buena ruta de la ciudad. Alguno de ellos han quedado en el tintero, pero bien anotados en alguna parte de mi cerebro para cuando mi camino vuelva a ir a Roma.




Capítulo aparte merece la hostelería y los helados romanos, creo que eso es otro componente fundamental  para llevar anotado en el cuaderno de campo. En la Osteria da Fortunata se puede comer pasta fresca recién elaborada y unos postres autóctonos espectaculares, también comimos bien en Cantina e Cucina y tre pupazzi. Mención especial para los helados cubiertos de chocolate de Frigidarium, crearon adicción familiar.

Me ha encantado comer alcachofas en todas sus versiones, berenjenas en aceite, queso parmesano y beber cervecera moretti y vino frascati.


No puedo finalizar este  relato sin comentar que otra parte importante del éxito de este viaje fue la elección de nuestro alojamiento un precioso apartamento, Domus Lia, al lado de la plaza San Pedro del Vaticano. Su dueña Stefania es muy buena anfitriona y procuró que nuestra estancia fuese muy agradable.



¡Arrivederci, bella Roma!